sábado, 3 de mayo de 2014

Dedicado a tantos amigos que sienten lo mismo, y que me pidieron escriba esto. Doble de fiestas: Siempre admiré a los grandes pensadores y científicos que investigan, descubren y desarrollan nuevas ideas y logran tantos avances para que quienes habitamos el planeta podamos vivir mejor. Reconozco que nunca se me ha ocurrido absolutamente nada al respecto para cooperar, jamás pude hacer un aporte de nada a la ciencia para ayudar a elevar la calidad de vida ni de un esquimal dentro de su iglú en pleno invierno. Lo único que creo pude haber aportado está vinculado a la telefonía celular. Al igual que tantos ingenieros proyectan nuevas aplicaciones en los celulares para que año a año los modelos anteriores se vayan volviendo obsoletos, y además los usuarios desean permanentemente nuevas propuestas, así fue que se me ocurrieron dos innovaciones revolucionarias para incorporar al producto: Tostadora y secador de cabello. Si viajo en auto, taxi u ómnibus podría ir desayunando cada día en el camino al trabajo y tampoco tendría que perder tiempo en secado de cabello luego de la ducha matutina. Me paso el celular por la cabeza un rato y listo. Hace un año le envié a Samsung y Apple mi inquietud, incluyendo planos de ubicación, maquetas de funcionamiento, costos de producción y la cantidad estimada de tostadas que podría sacar cada diez minutos. Hasta estuve a punto de firmar un contrato millonario con la multinacional Bimbo para darles la exclusividad. Esperé y esperé varios meses. Al no obtener respuesta alguna decidí no quedarme quieto y apuntar hacia algo más terrenal, más fácil, que le legara aunque fuera un pequeño grano de arena a nuestra especie humana. Y en todos los campos hacia donde mi imaginación trató de volar, siempre logré aterrizar con total éxito en callejones sin salida. Hasta que cierto día, charlando boludeces y cambiando pensamientos poco profundos con amigos en un asado, descubrimos algo que resultaba común a todos: No soportábamos más ir a fiestas ni reuniones de ningún tipo, sean de familiares, amigos o simples conocidos (las peores). Esa noche, apoyado en la almohada contemplando el techo se me aparecieron una sucesión de ideas que cayeron como torrente de agua en Catarata, y decidí cargar las baterías en desarrollar la creación de una profesión que logre ayudar a todos aquellos que también les resulta tedioso participar de eventos sociales. Pero la idea no llegó sola así nomás, sino que fue acompañada por el recuerdo de aquella insoportable fiesta que me invitaron sólo por compromiso, en la que debí sentarme con gente que ni conocía, y que ni bien llegué a la mesa saludé respetuosamente con el "buenas noches" correspondiente. Sólo escuché el eco de mi voz, y mi inmediato arrepentimiento. También tengo presente que la comida no fue digamos digna de ningún sibarita, así que anduve resistiendo toda la velada al ritmo de sándwiches de miga, pildoritas frías y de postre unas masas con índice de humedad cero que se me trancaban en la garganta ya desde la primer mordida, y sólo lograba bajarlas con una jarra de coca-cola………. cada pedazo que masticaba . En cambio la música supo ser de terror producto una vez más de otro engreído disjokey half hair, pero al igual que la mayoría de sus colegas luciendo veleidades de Ibiza. Luego de haber pasado la mitad de la reunión en silencio a solas con mis pensamientos, dándome cuenta de que mi riqueza espiritual no es de las más grandes sino más bien de las más pequeñas. En ese momento un Candy Crush a mano me hubiese salvado la vida. Sólo quedaba ponerme a realizar ejercicios de memoria recordando delanteras famosas de equipos de fútbol, tanto uruguayos, argentinos como españoles. Películas que ganaron algún Oscar, sus principales actores, marcas de cigarrillos antiguas y hasta cines de barrio que ya ni existen. A partir de cierto momento decidí buscar una solución científica para atacar mi futuro estrés, algo que evitara pasar de nuevo por el tedio de eventos sociales, de esos que uno se lamenta varios días por haber malgastado otro fin de semana, haber dormido poco, y empezado la semana en carácter de semifundido. Se me ocurrió entonces crear una especie de Manolo´s Agency con expertos en recursos humanos, cuya tarea sería simplemente sustituir a invitados con personal contratado para esos compromisos, sean eludibles o ineludibles. El primer escollo a superar será educar a los anfitriones para que nunca se enojen por la presencia del o de los dobles. Reconozco que la idea no es simple, pues deberán pasar varios años en un mismo círculo de gente, hasta que todos tengan la misma oportunidad de enviar a su doble a la fiesta de los otros. Es algo sencillo, es sólo cuestión de marketing publicitar la carrera y hacer tomar conciencia a cada anfitrión que hay una nueva opción para evitar eventos futuros. Como dicen los matones en las películas de gángsters: todo sin resentimientos Además, no podemos perder la perspectiva de que estaríamos ayudando a muchísima gente, que deberá profesionalizarse, pero obtendrá un trabajo digno y continuo ya que los eventos sociales nunca se terminan. Por ello he pensado en un decálogo, un manual para entrenar candidatos aspirantes a la carrera más divertida que pueda existir: Ser un Doble de Fiestas 1) El doble deberá firmar un contrato de comportamiento, horarios y vestimenta adecuada (traje y corbata al tono ellos, vestido largo ellas) 2) Deberá someterse a un riguroso entrenamiento físico, psicológico y cultural para cumplir con su ardua y delicada tarea. Siempre será de los primeros en llegar, y por supuesto el último en irse. 3) En las reuniones estará toda la noche de buen humor, sonrisa de oreja a oreja aunque el resto sepa que es falsa, y festejará exageradamente cada ocurrencia de quien le toque estar charlando. Será un atento escucha y si notara que en su mesa la conversación se está cayendo, el doble aportará algún tema de actualidad, deporte, cine etc. Nunca discutirá ni de política ni de religión con nadie, y dejará puertas afuera sus problemas personales, a menos que haya un silencio sepulcral por más de diez minutos. Allí podrá lanzar algún chisme jugoso propio, o inventar alguna historia escandalosa de famosos uruguayos que supuestamente vio en la tele. Eso funciona siempre a la perfección. 4) No es necesario que el DF sea parecido físicamente al contratante. Alcanza que se le informen algunos datos básicos de la razón por la cual fue invitado, si es amigo, conocido o pariente, algo destacable de cada uno de los novios, a qué se dedican los consuegros….. y chau. Nada más. El resto será capacidad pura de improvisación. 5) Deberá tener conocimientos básicos de oraciones de los fieles, algo de hebreo y árabe para manejarse con soltura en la Iglesia, Sinagoga o Mezquita, y en la fiesta hará hasta lo imposible para ser el alma mater, por lo que apenas ponga un pie en el salón ya estará ensayando pasitos de baile (aunque aún no haya música). Queda claro que, al margen que podrá comer algo cada dos horas, su misión principal es estar casi toda la noche girando como un trompito, tanto en la pista como entre las mesas. Para que esto se entienda bien: Será la mejor mezcla, una fusión entre cosaco del Bolshoi con aquel inolvidable John Travolta de "Grease", y el mismísimo cisne negro del "Lago de los idem", pero aquí enchufado a un cable pelado. 6) Para garantizar se cumpla el contrato deberá portar una mini cámara de filmación en su solapa que transmita vía Internet en tiempo real a la central de Manolo´s. También se le colocará un brazalete con detonador en el tobillo, cosa que si se le ocurre la tonta idea de alejarse más de cien metros del salón antes de las 7am se producirá una explosión programada. Ojo, mucho cuidado con el contrato: Nunca trabajará más de la jornada laboral porque las demandas de horas extras en el Ministerio ni sabemos en que podrán terminar, y además ya es un hecho que siempre van a fallar a favor del funcionario, aunque traiga falsos testigos. Por lo tanto, y como es posible que la fiesta se pudiera alargar, hay que dejar un depósito en la Agencia para asegurarnos que al pasarse las ocho horas enviarán a un sustituto. Es preferible también ello para bajar los aportes a BPS 7) Se deberá notificar con tiempo la llegada de este invitado para que nadie se ofenda. A su vez los anfitriones adquieren al instante el derecho tácito de enviar un doble,…. su doble a los eventos de aquella persona que haya contratado a alguien para sustituirlo. Lo importante es que cada doble de fiestas para ser identificado deberá portar un cartelito metálico en la solapa izquierda de la vestimenta al mejor estilo SECOM, donde diga: D.F. y más abajo: "nombre de la persona" La razón es muy sencilla, y no obedece sólo a que pudiera ser confundido con un colado y alguien se apresurara a echarlo. Hay que considerar que en el momento que arranca la música brasileña y se arma el "trencito", nuestro doble deberá convertirse en la mismísima locomotora, y a cada minuto recorrerá las mesas e incorporará a aquellos que siempre se hacen los bobos para evitar ingresar a la pista como sea. Pero no podemos olvidar que quizás haya varios dobles de fiesta trabajando, por ello la tarea de locomotora deberá ser pro tempore (sólo por un ratito). Siempre el grupo de dobles deberá ponerse de acuerdo para ir turnándose en el tiraje de los vagones. 8) Jamás tendrá vergüenza de adornar su cuerpo con el cotillón de turno. Pelucas ridículas, falsas narices de bruja con grano asqueroso en la punta incluido, silbatos, gorros de payaso y los imperdibles lentes flúo con dos resortes en cuyo extremo cuelgan ojos de plástico y que se mueven descontroladamente. . 9) Sabrá de memoria las letras de los Auténticos decadentes, Fito Páez, La Mosca, Tan Biónica y Calamaro. Durante el "Muriendo de plena": sacudón rítmico de caderas, sutil y casi erótico pero sin caer el ridículo. No posesionarse tanto como si creyera que se encuentra trabajando de stripper en Subterráneo Magallanes. Recato ante todo. En el momento que se oiga el repique de tambores y una voz murguera entonando "Buenas noches auditorio, con satisfacción lograda", nuestro doble de inmediato comenzará a mover su cuerpo como si se encontrara poseído, como si una hechicera a la distancia le estuviese haciéndole Vudú con alfileres . Como si sintiera en cada uno de los músculos que sus ancestros lo están llamando desde África (aunque él sea rubio y de ojos celestes) 10) Deberá tener conocimientos básicos de bailes típicos en fiestas judías. Aprenderse de memoria por lo menos 3 coreografías (Ani osali manguinot, Chu Chu la rakevet, y el ineludible Hava Naguila) Cuando lleguen "Bate que bate el chocolate" y "Mayonesa" nuestro doble juntará las manos y hará movimientos de batido a una velocidad casi idéntica a la del motor de licuadora en nivel 3. Se convertirá prácticamente en una Phillips humana. En los cumples de quince, ni bien comience el trío San Javier con su temón, "Quince primaveras", demás está decir que será quien se quiebre primero y lagrimee a mares, pidiéndole cada tanto a los mozos si le pudieran alcanzar una servilleta que oficie de pañuelo. Para finalizar, deberá llevar una mochila con ocho latas agarradas a cuerdas para atarlas al paragolpes de los novios cuando estos se retiren, y ni que hablar que seguirá la caravana de autos a bocinazo limpio para convencer al resto de que es integrante del círculo íntimo de los homenajeados. Como corolario, en pocos años podría suceder que en un casamiento sin ser los novios o padres el resto de invitados fueran todos dobles de fiesta. A priori parece algo deprimente, pero creo que tiene un ángulo muy positivo, pues incluso los propios anfitriones podrían retirarse de su fiesta antes que termine. Total, a todos les importaría un bledo. Queda como trabajo domiciliario para el lector algo para pensar en el futuro de la profesión, la contratación de un doble para aniversarios, bautismos, despedidas de soltero(a), reunión ex compañeros de liceo y hasta velorios.

jueves, 13 de diciembre de 2012

>A la búsqueda del fútbol perdido Habían pasado ya más de 25 años desde que dejamos de jugar el fútbol los domingos, o mejor dicho, desde que el fútbol nos dejó a nosotros. Éramos en ese entonces un grupo de jóvenes entusiastas que habíamos vivido en el mismo barrio, y con más ganas de divertirnos que de salir a lograr campeonatos, pues la mayoría contábamos con pocas aptitudes para llegar lejos en este deporte . Así fundamos el Playa Verde y nos inscribimos en la divisional “D” de la Liga Universitaria, donde en ese entonces ingresaban todos los nuevos equipos, categoría en la cual a través de los años supimos estancarnos sin vislumbrar jamás chance alguna de lograr el ascenso. Pero como dije nuestra idea era pasar bien, no la de formar un equipo profesional, a tal punto que la consigna fue siempre la misma y nunca cambió con el pasaje de los años: Ir a los partidos sin practicar jamás entre semana. Para complementarlo la mayoría fumábamos como chimenea, y de los 18 integrantes del plantel casi nunca lográbamos juntar once que se despertaran temprano los domingos, pues los partidos comenzaban a las 10am. Cada semana a Fernando, un exquisito del fútbol, había que sacarlo de su cama en piyama, haciéndole todo tipo de negociaciones y torturas sicológicas para que se fuera vistiendo en el auto. Entraba a la cancha dormido…….. y ni que hablar borracho. Durante los nueve años que pasé a buscarlo nunca se salteó un sábado sin la dosis correspondiente de whisky, ron y vodka, creo que no se lo permitía su religión ni su máximo guía el venerable Mamerto I, gran maestro 33 grados de alcohol en sangre. Nadie sabe cómo ni por qué a Enrique se le ocurrió juntar de nuevo al equipo con la idea de inscribirlo en un campeonato para veteranos. Así fue que nos convocó, uno por uno se encargó de llamar a todos. Al principio me pareció una locura, porque no entendía como este grupo de sesentones se animaría a regresar a una cancha. Pero por otro lado estaba seguro que a todos les picaría el bichito de entrar al túnel del tiempo, volver a encontrarse con aquellos que habíamos compartido tantos momentos lindos, tantas alegrías de triunfos, tantas tristezas de derrotas, tantas cervezas con muzzarella en pizzerías atorrantas luego de cada partido. Así fue que nos reunimos en una parrillada de Carrasco donde teníamos reservado un apartado para veinte personas. Luego de los abrazos iniciales, el protocolo marcaba la obligada reiteración por enésima vez de las mismas anécdotas, acompañándolas con fuertes risotadas del grupo entero al final de cada historia. En poco rato cuatro Chivas y tres Johnnies supieron evaporarse como agua en el Sahara,….y recién estaban llegando lo primeros chorizos picados. Una rápida mirada general me dio la tranquilidad de que el tiempo había pasado también para cada uno de ellos “Todos hechos puré igual que yo”, pensé. Algunos peinaban canas, pero la mayoría ya no teníamos lo qué peinar. Los talles de cinturas más que aumentar sus tamaños, se habían disparado a dimensiones insospechadas. Cualquier cirujano especialista en liposucción se podía hacer un festival con nosotros. Aquel grupo de jóvenes atletas se había convertido en un cardumen de cachalotes arrugados, y todavía con ridículas pretensiones de volver a correr detrás de la pelota. Enrique había ya “calentado los motores” y nos planteó entrar al campeonato nocturno para mayores de 40 años los jueves de cada semana en una cancha de Malvín. Nosotros habíamos dejado esa edad hacía ya mucho, pero los campeonatos de veteranos no se pueden hacer a medida, así que debíamos adaptarnos a la oferta, tomarlo o dejarlo. Varios, con buen criterio hacían llamados a la reflexión, que la idea era de locos, que ya no poseíamos estado físico ni para correr detrás de un cheque, y el riesgo de fractura era muy alto. Ni que hablar que todos lucíamos las rodillas, los cuádriceps y los tobillos en condiciones lamentables, por no querer investigar de quien tuviera gota, várices, sordera o reuma. Otros no se animaban a reconocer que no sabrían como zafar de la patrona ni qué excusa darle para llegar a cualquier hora. Eso sí, lo que abundaba era la cantidad de voluntarios para ejercer la dirección técnica o ser delegado en las reuniones de dirigentes, y como de costumbre lo que escaseaba era la de arqueros. A través de los años los muchachos que nos habían acompañado en esa posición, todos tenían la cualidad en común de contar con poca orientación a la hora de evitar el gol rival. Y ya que lo recuerdo mejor, fueron demasiadas las veces que mordimos el polvo de la derrota por no haber encontrado un vocacional del arco, alguien con nociones mínimas. Siempre nos guiaba más la cordialidad, saber que el puesto de golero es algo muy ingrato, por eso nunca nos animábamos a reprocharles nada. Igualmente la mayoría de ellos al darse cuenta de sus limitaciones, uno tras otro nos iban abandonando. A un tal Carlos le pedimos que no se retirara, que haber recibido veinte goles en cuatro partidos sólo había sido una mala racha. Pero se marchó de todas maneras y en el fondo sentimos un alivio mayúsculo. Hasta que cierto día Ciro anunció que no buscáramos más, que él sería quien custodiaría nuestro arco. Así, sin mayores preámbulos de defensa pasó a proclamarse arquero. No sé, supongo que una noche estaría haciendo espiritismo con amigos y se le apareció el fantasma de Lev Yashin, quien le encomendó que a partir de ese instante su misión en el fútbol sería la de atajar. Y Ciro obedeció a rajatabla. ¿Habrá empezado a sentir que su cuerpo quedó poseído por el espíritu de la “araña negra”? Durante años se mantuvo bajo los tres palos, y nadie le jaqueó ese lugar ni hasta el último partido en que finalizamos nuestra participación en la Liga Universitaria. Dentro de la parrillada seguían las risas y anécdotas mientras se empezó a juntar el dinero para las camisetas, y no hubo dos opiniones al decidir que el color y diseño sería el mismo que el de nuestro glorioso Playa Verde: Blanca con rayas verdes horizontales similar al Celtic de Escocia. Tres horas más tarde se aprestaban a cerrar y los mozos en forma educada, como no queriendo la cosa se pusieron a levantar sillas y colocarlas sobre las mesas linderas, con la experiencia de saber causar el mayor ruido posible para sacar de ambiente a los comensales. Ayudándolos en esa ceremonia de expulsión velada, el dueño se puso a bostezar con rugidos más alarmantes que los del león de la MGM. En cada uno daba la sensación que se tragaría todo el oxígeno del salón. Retirada. Aquellos que estábamos sobrios nos tocó la noble tarea de llevar al resto a sus hogares. Pablo y Fernando se abalanzaron sobre mi auto. Pablo entró murmurando frases inentendibles, y me pareció que nombró alguna calle conocida Me largué hacia esa calle y cuando estábamos cerca, a pesar de mis simples preguntas él seguía con sus murmullos incoherentes y se dormía nuevamente. Le sugerí si podía hablarme con subtítulos en español. Más murmullos. Media hora estuve dando vueltas por la misma estación de servicio y tres veces pasamos por su casa sin saberlo, hasta que en la cuarta al ver al perro en el jardín, lo señaló y lanzó tremendo grito. Lo tuve que llevar en andas hasta apoyarlo sobre la puerta. Toqué timbre y esperé. Al encenderse la luz del porche salí huyendo. Con Fernando no había problema porque sabía su dirección. El pequeño inconveniente fue que al agarrar un lomo de burro la bestia se vomitó parte encima y el resto en casi todo el asiento trasero. El aroma que invadió el ambiente fue indescriptible, por más de que abrí las ventanas no tenía hacia donde escapar ¡Lo que hubiese pagado en ese momento por una escafandra de hombre rana! Frené frente a su casa y tratando de respirar lo mínimo posible abrí la puerta trasera, quise ayudarlo a bajar mezcla de solidaridad por el compañero indefenso con asco por no saber qué parte del cuerpo agarrarle sin que me vinieran arcadas. Él roncaba a pata ancha a lo largo del asiento. Esbocé un tímido “vení que te ayudo” con la esperanza que se bajara por sus medios. Nada. Con dos de mis dedos le tomé su meñique, pensando ingenuamente que iba a lograr incorporarlo y sacarlo. No se movió ni un centímetro. Lo solté y la mano le cayó como podrida. Repetí la frase sin elevar la voz para evitar que salieran los vecinos a denunciarnos. De milagro apareció su joven cuarta esposa que en un acto de diplomacia y en especial de buenas costumbres empezó a zarandearlo a puro grito e insulto. Al llegar a mi casa corrí a la cocina, tomé un repasador, lo empapé con desodorante Rexona y me lo puse sobre cara atado en la nuca estilo asalto a la Diligencia en el far west. Estuve así casi una hora mientras manguereaba todo por dentro, pasando a los asientos trapo de piso con jabón líquido, luego tiré poet, cif, perfumol, míster músculo y hasta un frasco entero de Listerine mentol. Caí en la cama desmayado. A las 8am el despertador no tuvo piedad de taladrarme el oído, y yo que no lograba mover ni los párpados. Llegué al trabajo totalmente grogui y hasta el mediodía no pude averiguar ni dónde estaba, ni cuál era mi tarea ni cómo me llamaba. Faltando dos días para el partido inaugural recordé que no tenía ningún elemento para practicar fútbol. Al no encontrar en informes de guía la dirección de Francisco Sanz ni Deportes Siré, decidí hacer la segura arrancando para el Shopping. Entré a un local donde la música no me dejaba escuchar ni mis propios pensamientos. La idea era comprar zapatos sobrios negros, como los que usábamos los recios jugadores de antes, como los del negro jefe, como tanto ídolos de la rica historia futbolística de nuestro país. Aceptaría como máximo un par de tiritas blancas al costado, y me servía cualquier marca o modelo. Le pregunté al vendedor si tenía a los afamados “Goleadores o Sacachispas”. No sé si me pareció que contestó” ¿qué?” o sólo me quedó mirando sin hablar y yo había imaginado el movimiento de sus labios, mientras me señalaba la pared donde exhibían una gran variedad: Rosados, blancos con rojo, fucsia, verde eléctrico, gris metálico con azul aún más eléctrico, y unos dorados que si los anteriores resultaban eléctricos, estos eran como enrollarse en los pies cuatro anguilas rabiosas. ¡SOCORRO!!!!!!!! Sólo para hacerme el aggiornado pedí probar unos naranja flúo. Al enfrentar el espejo pensé en mandarme un pique y salir corriendo a máxima velocidad para intentar emular a mi ídolo de historietas FLASH. A esa altura estaba en medio de la compra, el pasar de los minutos me iban bajando la guardia, ya cualquier color me daba igual. Para abrir la cabeza a la modernidad solicité un par de blancos talle 45. Los calcé, até los cordones y otra vez al espejo. En ese momento me invadió una duda: No sabía si pedir una pelota para hacer jueguito o pararme en puntas de pie, tomar de la mano al vendedor, rodearle su cintura con el otro brazo y salir a mostrar mis destrezas para ese vibrante Pas de Deux, con entrée, addagio y coda en el Lago de los Cisnes. Los únicos potables resultaron unos negros con celeste y verde. _Me llevo estos dije, y le pregunté cada cuánto debía engrasarlos. Otra vez me quedó mirando atónito, como si le hubiese hablado en chino. ¿No entendía nada este tipo?¡¡Que pocas luces!! .¡ Cada cosa que le preguntaba sobre algo fuera de su libreto, él adoptaba la actitud de pasmado absoluto!. _ Perdoná, respondió, no te escuché ¿qué dijiste? En el aire capté que quizás ya no se les pasa más grasa vacuna para proteger el cuero luego del partido _ No nada, te consulté cada cuánto hay que lus-trar-los, y me fui raudamente hacia la caja sin esperar respuesta. El día del debut reconozco que estuve nervioso toda la previa esperando la hora del encuentro. No sabía si habría donde cambiarse, pero por si acaso preparé el bolso con la nueva camiseta, medias blancas, jabón, champú, toalla, desodorante, talco, calzoncillos de repuesto, jogging, buzo de abrigo, y……….y en ese repaso mental me había olvidado de comprar pantalón corto. Ya no había tiempo así que metí el short de baño azul, que seguía agujereado en el bolsillo izquierdo a pesar de mis pedidos durante tantos veranos para que alguien en casa se apiadara y me lo cosiera. Tampoco iba a hacerme tanto drama, si durante todos campeonatos que disputamos en aquellas épocas jamás habíamos logrado que tres jugadores aparecieran con el mismo color de short. Hasta recuerdo a Julio con aquel “Paterson” a rayas finitas, rojas y blancas que a su vez cumplía múltiples funciones: Playa, asado, fútbol o excursiones al Cerro del Toro. Y me queda claro que el fabricante nunca se preocupó en medir los moldes al cortar la tela, ya que cuando cualquier usuario apenas se agachaba, en forma inmediata aparecía el comienzo de “la raya” EL PARTIDO Llegamos como siempre, en cuatro autos. Se disputaba en la cancha de una fábrica cuyos gerentes organizaban desde hacía años campeonatos nocturnos. El escenario no resultaba muy profesional que digamos. A ojo de buen cubero sus medidas eran bastantes pequeñas, tanto en el largo como el ancho, más bien parecía de voleibol. No todas las zonas alumbradas con nitidez, en realidad había pocos espacios donde se veía algo nítido, o mejor dicho, no se veía nada. Cuatro columnas sostenían seis portalámparas cada una, donde varias bombas de mercurio de 500 hacía tiempo se habían quemado sin que nadie expresara voluntad de cambiarlas. Perfecto, acá podíamos también jugar a las escondidas. Hasta me sentí tentado en gritar “paso la piedra y no la recibo” El césped tampoco mostraba dedicación, si es que alguien tenía asignada esa tarea. El verde apenas cubría la mitad del terreno, y por las intensas lluvias la cancha estaba completamente embarrada. Así las áreas chicas se habían convertido en dos hermosos chiqueros para chanchos, el resto recordaba un paisaje lunar. Los travesaños de los arcos eran curvados hacia abajo y las redes fueron remendadas varias veces con cuerdas de distintos colores. Todo eso me deprimió bastante, no sé por qué pero me hizo volver a los años que jugábamos en la playa y fabricábamos los arcos con las ojotas enterradas en la arena, y cada vez que la pelota pasaba sobre una ojota se armaba flor de discusión durante varios minutos si había sido gol o no. Nuevamente los abrazos iniciales, la nueva pelota, la magia y el magnetismo que tiene un campo de fútbol nos hizo olvidar rápidamente las contras. Volvíamos al ruedo, otra vez el Playa Verde en un partido de fútbol, como antes, como siempre, como en tantos domingos de aquellos años juveniles, esta vez con la pequeña variante de estar representado por su división geriátrica. Los organizadores nos señalaron una bella construcción de bloques pintados con brocha gorda a la cal, techo de zinc puesto encima a la como caiga, y escrito en letra infantil la palabra VESTUARIOS. Cuatro banquetas de madera despintadas para cambiarse, tres caños oxidados doblados en la punta sin las rosetas oficiaban de ducheros , uno de ellos chorreando agua que al caer producía un ruido torturante. Para evitar sorpresas luego del partido, probé las canillas con la letra ce y las dejé correr dos minutos. Helada. Esto arrancaba mal, aquí nunca hubo intención de instalar una caldera. Estábamos todos: Edy, Alejandro, Enrique, Daniel. Odegar, Ciro, Julio, los dos Nelson, José María, José Pedro Heber, Pablito, Fernando y yo. A último momento cayeron los dos Gustavos, recios marcadores de punta que la falta de habilidad con la pelota siempre supieron suplirla buscando el fémur, la tibia y/o peroné del rival que se acercara a sus dominios. Este par de depredadores ingresaban a la cancha con la casi garantía de ser expulsados en pocos minutos De pronto entraron como tromba veinte jugadores del equipo rival y se pusieron a hacer todo tipo de ejercicios, dando piques repentinos y aflojando, piques y afloje. Pasaron a abdominales, isométricos, estiramiento de cada uno de los músculos, todo ante la atenta supervisión del preparador físico. Me fatigué sólo de mirarlos, y me percaté que también eran veteranos…… de 42 años el mayor de todos. Pero el reglamento permitía hasta 2 jugadores menores de 30 años por equipo, por eso Enrique trajo a su hijo Dieter para que nos diera una mano. Ellos también se vinieron con dos chicos de 19 años de aspecto más que saludable. Nelson comenzó a dar instrucciones desde afuera, y hasta acomodó a su lado un bolso con pretensiones de botiquín, aunque nadie le prestó mucha atención porque existía aún en ese momento un vacío legal y no sabíamos quién ostentaba el poder. Apareció el juez, con pinta de haberse jubilado del referato hacía años, pero también de haber encontrado la excusa perfecta para evitar ir a su hogar una noche a la semana. Grande y gordo, más gordo que hasta el propio Edy, nuestro adulto mayor más mayor y más obeso que todos los presentes. Pero a favor de Edy hay que reconocer que siempre fue el mejor referente a la hora de defendernos en el juego aéreo. Sin siquiera mirar o escuchar a Nelson, Enrique nos reunió en un rincón y brindó las instrucciones finales _ Busquemos siempre a Heber o a Nelson cuando encontremos la pelota, porque son quienes mejor pueden distribuir el juego. Y cuando ellos atacan vamos a tratar de esperarlos bien plantados. Empezó el partido. Con el correr de los minutos nos dimos cuenta de que si había algo que no sucedía era que encontráramos la pelota, por tanto mucho menos a Heber y a Nelson , quienes llegué a pensar estarían escondidos en los vestuarios o dentro del auto chateando por Facebook,. Sí estábamos bien plantados, porque los rivales pasaban corriendo a nuestro lado y nosotros éramos como árboles que los miraban jugar solos. A veces cada tanto se producía cierto milagro y Heber recibía la pelota. En una ocasión le gritó a José María, nuestro delantero más joven y veloz, para que picara al vacío y le lanzó el balón. Pero José María había también pasado a jugar en lo que en cine se conoce como Slow Motion. Nunca llegó a la pelota y el arquero rival la agarró tranquilamente. Era difícil para cualquiera afirmarse por el barro, pero en especial mis tapones dejaron de cumplir su función y en pocos minutos pasé a patinar como bajando slalom del Cerro Catedral en Bariloche. Además descubrí que a cierta edad la orden que da el cerebro el cuerpo se niega a obedecerla. Creyendo llegar bien a la pelota caí varias veces y mi espalda quedó negra de barro. Antes de terminar el primer tiempo ya ni se me veía el número. Pero un deportista de toda la vida no pierde las mañas. A falta de capacidad física apelé a la pulmonar, dándole gritos de aliento a todos, en especial a Dieter nuestra joven promesa que se debatía sólo contra el mundo. Le decía: _Vamo, cortate por el lateral, picá en diagonal, no le des changüí al líbero. Cuidado con “la boba” En el entretiempo el padre me vino a informar que Dieter no quería faltarme el respeto, pero le preguntó si yo le estaba hablando en guaraní porque no me entendía nada. Primer tiempo, sacaron un obol la agarró un flaco que se largó a correr y no parecía el hijo de viento, creo que era su nieto. Salió expreso hacia nuestro arco mientras los defensas lo único que pudimos hacer fue mirarle el número en la camiseta. Gol. Otra vez a extraer viejas mañas del baúl de los recuerdos. Todo el Playa Verde pegando alaridos de orsey, orsey!!!! con la mano levantada. Chau, si alguno de nosotros levanta la mano el árbitro está obligado a cobrar orsey. Sólo marcó el centro del campo. Arrancamos como siempre lo habíamos hecho: En malón y yéndonos encima para amedrentarlo -¡¡¿No viste el orsey?....¿estás ciego? ….¡¡¿por qué no te ponés lentes?!!!! Se mantuvo quietito, boca cerrada. Nos miraba fijo a los ojos con cara de sicópata primo hermano de Manson. Esperó otros 30 segundos que nos aburriéramos y se largó a repartir amarillas al por mayor, y hasta aclaró que si alguien tenía algún problema personal, de a uno lo arreglábamos afuera. Everybody al mazo. Siguió el partido, Julio trancó la pelota con un rival mejor afirmado y voló despedido. Cayó cual saco de papas, no se movía. Enseguida corrimos a asistirlo pero nuestro médico jugador Daniel se puso a gritarnos: -No lo toquen! no lo toquen!, repetía. Pasó casi un minuto durante el cual él tampoco lo tocaba, sólo le cacheteaba la cara y le preguntaba su nombre. Fernando empezó a increparle que por lo menos le tomara la temperatura, o lo masajeara, que le hiciera acupuntura, respiración boca a boca o cualquier cosa, pero que por favor aplicara de inmediato alguna de las bolillas estudiadas en Facultad. Tras dos minutos en el piso Julio reaccionó como boxeador a la cuenta de diez, sin recordar nada de nada Entre varios lo incorporamos despacio, pero quedó atontado hasta el final. -¡Juez, cambio!! . Entretiempo 1 a 0 abajo. Enrique volvió a predicarnos a los gritos con aquellas frases de pícaros estrategas, como las que usaba Napoleón arengando a sus ejércitos en épicas batallas. En fin, como viejo zorro luego de tantos encuentros de fútbol _¡¡¡¡NO PUEDE SER, SOMOS UN DESASTRE!!! ¡¡¡PLAYA VERDE TIENE QUE JUGAR COMO SIEMPRE LO HICIMOS: TODOS ATRÁS Y A REVENTARLA PARA ADELANTE!!!!!!! ¡¿ESTÁ CLARO?!! Sin ser yo los demás asintieron. Quedé fascinado, petrificado ante tanta riqueza de táctica combinada. Ya no tenía dudas que él seguía siendo nuestro guía deportivo, nuestro mejor DT de siempre Arrancó el segundo tiempo. El sufrimiento continuaba por el mejor juego rival y como lo habíamos planificado, nos manteníamos bien plantados sin encontrar la pelota. Los pocos acompañantes que trajeron los rivales de a poco se fueron animando a cantarnos “ole, ole” en cada jugada que nos hacían. Y a pesar de que la enseñanza popular tan arraigada en nuestro ADN que indica que los de afuera son de palo, a varios de nosotros se nos borró esa información genética y comenzamos a levantar presión. Estábamos recalientes. El joven punterito veloz me pasó la pelota entre las piernas y siguió corriendo. Una mala consejera voz interior me habló al instante: -¿Vos permitís eso? ¿Sos estúpido? Vas a ser el hazmerreir de todos. La obedecí. Quise meterle una patada y como se conoce en lenguaje futbolístico, le tiré el famoso “viandazo” o “envío de bruto viaje”. Pero mi pierna nunca logró llegar a destino, así que quedé pateando el aire y caí nuevamente al barro solito. De a poco me estaba acostumbrando a caer, ya no me molestaba tanto andar chapoteando mientras los demás seguían jugando al fútbol El puntero ingresó a nuestra área y Alejandro lo empujó haciéndolo aterrizar violentamente. Penal. El número 8 acomodó el balón y se preparó a tirarlo. Mientras adoptaba una actitud felina, Ciro lo miraba a los ojos para intuir hacia dónde la dirigiría. El delantero tomó carrera…… pateó, y como había sucedido en tantos partidos durante tantos años, Ciro fue hacia un lado y la pelota hacia el otro. Nunca elegía el palo correcto. 2 a 0 Bueno acá ya no teníamos opciones, las palabras de Enrique adquirían sabiduría .Todos pa´delante a intentar el gol del honor, sable en mano y carabina a la espalda, con los dientes apretados en búsqueda de algún milagro. Tercer gol de ellos, y de inmediato un cuarto que el autor esperó a que llegaran varios compañeros, se pararon frente a su hinchada y como seguramente lo habían planificado previamente lo festejaron con el bailecito del “Gang man style”. Fue el acabose. Salimos varios a increparles, y mientras Odegar trataba de darles lecciones de moral y buenas costumbres, que hay que ser humilde en la vida, que no es de buen deportista hacer eso, etc., Enrique apareció corriendo y sin decir palabra le lanzó un cortito que lo dejó knock out. Conforme el tipo iba desplomándose le espetó: -Tomá gil, andá hacer ahora el baile del caballito al mambo del Parque Rodó o al Hipódromo Se desató el tsunami. Otra vez lío gigante, y otra vez peleando los mismos de siempre. Nada había cambiado, nadie había cambiado, y el pasaje de los años no nos habían dado ningún aplomo. Éramos Edy, Enrique, Alejandro, Gustavo, Pablo y yo. Bueno, en realidad Pablo se ponía en posición de combate, saltaba unos pasitos haciéndose el boxeador, tiraba algún manotazo al aire insultando a diestra y siniestra para achicarlos, aunque jamás ingresaba al ruedo. El resto de pacifistas, como de costumbre apelando al principio de amor y paz querían formar una comisión interdisciplinaria para analizar la emergencia mientras trataban de separar, aunque tímidamente por miedo a recibir una piña. Durante la pelea un grandote le envió un certero derechazo desde atrás en la boca a Nelson. Ahí me di cuenta de que el reclame de Corega es un engaño al volar de inmediato por los aires su puente dental. Éramos los seis fantásticos contra una horda de veteranos de 40 años, más dos o tres mujeres insultándonos con epítetos que habrían hecho sonrojar hasta a una tripulación completa de pescadores rusos luego de cinco meses en alta mar. Siguieron yendo y viniendo piñas y patadas durante dos minutos que me parecieron dos horas. La adrenalina no me dejaba parar, y cuando podía ayudaba al que tuviera más de uno enfrente. Igual me llovieron decenas de golpes desde todos los ángulos. De pronto apareció el famoso canchero, ese que aplicaba la ley del mínimo esfuerzo en el mantenimiento del campo, pero se hacía presente en los partidos de los locatarios o cuando aparecía algún directivo de la empresa, sólo para justificar la vivienda que usufructuaba sin pagar alquiler. Acompañado de un cusquito faldero que ladraba a 120 decibeles, el hombre sacó el revólver y tiró un disparo al aire. Por suerte para nosotros se produjo el desbande general y el final de la pelea. Mientras nos subíamos a los autos continuamos intercambiando insultos de todo tipo y color. El más suave que escuché, y para no herir sensibilidades de lectores fue: _ ¡Viejos bananas, la seguimos donde quieran! Enrique propuso un par de lugares para seguirla, mientras José Pedro apareció planteando una revancha en Los Francesitos a ver quién lograba comer más chivitos al pan en el menor tiempo. Volví a casa hecho una piltrafa, lleno de barro hasta en la nariz y orejas. Me saqué los zapatos antes de entrar y arranqué directo para la ducha. Frente al espejo me percaté que la cara la tenía hinchada de tanto golpe y el ojo izquierdo estaba negro, parecía mi señora cuando regresamos los sábados de noche y realiza la ceremonia del quitado de maquillaje con un paquete entero de algodón. Me dolía absolutamente todo el cuerpo, añoraba más que nunca a mi almohada y cuando me aprestaba a lanzarme sobre la cama, un grito femenino me prohibió acostarme sin antes sacarle la mugre a los zapatos pues nadie más lo haría. Como zombi marché a la cocina, los metí bajo la canilla y les quité todo el barro que pude, luego los dejé a secar en el balcón del living. (Por lo menos no tenía que engrasarlos) Esa noche hubo un imprevisto alerta meteorológico, y una lluvia intensa acompañada de fuertes vientos los hizo volar. Al otro día me percaté que habían quedado enredados en los cables de luz. Como no me animé a meter las manos allí, desde hace una semana estoy llamando a reclamos de UTE para ver si se apiadan y mandan a alguien a rescatarlos. Ahora todos los días, tardes y noches aparece gente tocándome el timbre del portero eléctrico a preguntar qué merca estoy vendiendo, a cuánto está la bolsa de 50 gramos de marihuana, y si se puede pagar con VISA.

sábado, 19 de noviembre de 2011

INSOPORTABLES 1

INSOPORTABLES
Luego de tanto tiempo sin encontrar nada para decir, vuelvo aquí con uno de mis plomazos correos. Bueno, en realidad tampoco he juntado alguna cantidad de acontecimientos que resulten importantes, más bien creo que lo poco que tengo para contar cae en el campo de la intrascendencia más absoluta. Por ello en este caso intentaré hacer algo diferente, compartir algunas cosas que se me han tornado insoportables y que se cruzan en mi camino cada vez más seguido. Son eventos, personas, situaciones o rutinas que suceden sin darme cuenta, pero en la reiteración comienzan a molestar hasta que inconscientemente se tornan fastidiosas.
También la idea es pedirle a ustedes que si quisieran me envíen eventos, cosas y/o personas que les parecen insoportables, y así crear un blog entre todos, agregando cada tanto nuevos relatos . Y quien no desee exponerse, mantendremos el anonimato al publicarlo.
Aquí va la primera pequeña listita que seguro iremos ampliando juntos a través del tiempo:
NO SOPORTO MÁS
1) A tantos comercios de plaza que creyendo tener más onda si hacen publicidad en inglés, periódicamente meten un cartel tapando la vidriera con la palabra "SALE". Cada día me siento más y más tentado de mandar a hacer en una Imprenta varias bandas adhesivas, y en la oscuridad de alguna noche sin luna aparecer subrepticiamente en esas vidrieras, y debajo del afamado SALE pegar los adhesivos que traen la inscripción: " CON FRITAS"
NO SOPORTO MÁS
2) Al increíble REDUCE FAT FAST para adelgazar. En más de dos años tomando estas extraordinarias pastillas en los que he seguido al pie de la letra las instrucciones, los resultados negativos y en especial los rollos abdominales han sabido ganarme la batalla. No sólo me costó una fortuna traerlas de bagayo desde Buenos Aires, sino que en este lapso de tiempo ya llevo engordados 8 kilos. Los únicos beneficiados que conozco fueron Ethel Rojo, quien ya cumplió unos dos mil años pero según la publicidad está cada día más “Beia”. Y ni que hablar el bolsillo de Jorge Hané quien aunque ya facturó millones de dólares, aparece él mismo en el comercial para ahorrarse el sueldo de otro actor. Además, se quiere hacer el nene tapándose las entradas del cabello con desagradables rulos, armados durante horas por algún estilista venezolano a quien seguro le paga con canje publicitario.

NO SOPORTO MÁS
3) A esos conocidos desde hace poco tiempo, a los conocidos desde hace años pero que nunca se interesaron mucho en mi vida, a mis amigos íntimos, a los medio íntimos, y a los que ni sabemos en qué categoría de amistad se encuentran (si es que se encuentran en alguna categoría). Toda esa gigantesca colección de desubicados, que practican el deporte de encargar decenas de cosas a cualquiera, y que no sé cómo hacen para enterarse cada vez que viajo a algún lado para “vacunarme” sin piedad antes de mi partida. A todos ellos les informo: Jamás en mi vida le he pedido nada a nadie que haya viajado a donde fuera, ni por turismo ni por trabajo. Y a no los aguanto más, ésta situación se ha tornado insostenible. Lo realmente llamativo es que a través de los años ninguno ha bajado el nivel de necesidades materiales. Siempre tienen a mano en su billetera o a flor de labios la lista de “pavaditas” por si encuentran algún incauto que cometa el error de contarles que saldrá del país. Y para evitar traumarlos, para que estas afirmaciones no les provoque terminar en terapia sicológica durante un largo período, quiero pedirles a ustedes (ya saben quienes son) que:
Una vez en la vida cuando me encarguen esa horda de aparatos electrónicos, por lo menos dos o tres días previos al viaje hagan aunque sea el amague de mandar un par de billetes con la cara de Franklin. Siguiendo el manual de convivencia y buenas costumbres yo seguramente les contestaré que no es necesario, que a mi regreso arreglamos. Enseguida ustedes insistirán, pero no demasiado, no sea cosa que saliendo de vuestro cálculo les acepte y tengan que incomodarse en darme dinero de verdad. Yo les diré que no se preocupen que lo pago con tarjeta de crédito, y ustedes con voz firme responderán que están de acuerdo, pero a la vuelta haremos números. Todos sabemos que el único número que podremos hacer a la vuelta quizás sea alguno de magia. No quiero que se sientan tan acorralados por mis incisivas palabras, así que por favor no vuelvan a pedir que les traiga la laptop colgada al hombro o en el bolso de mano, pues casi no ocupa lugar. A partir de ahora cualquier encargue vuestro irá lo más apretadito posible en la valija grande, con mi sincera esperanza de que tal vez se estropee antes de empezar a usarse. Y ¡oh casualidad!, quédense tranquilos que justo me olvidaré del candado sintiendo el deseo íntimo de que me lo afanen lo antes posible en el aeropuerto. Entérense por este medio que las reales boludeces que hasta ahora me han solicitado se encuentran todas en nuestro país dentro de comercios que figuran en las páginas amarillas bajo el rubro: “CASAS DE ELECTRODOMÉSTICOS” y también “FOTOGRAFÍA y VIDEO”, donde aunque no lo crean podrían comprar allí pagando apenas unas chirolas de diferencia, además de tener la garantía y el respaldo por mal funcionamiento. Les comento también que hay decenas de empresas que no son ningunos chusmas, pero se dedican al lleva y trae en forma profesional, desde y hacia cualquier parte del mundo, y por poco dinero. Prueben, verán que no les miento. ¿No sé si saben qué es Google? Aquellos que a pesar de mi ruego decidan continuar mangueándome sin tregua, comunico por este medio que estaré atento a vuestro próximo viaje, vayan donde vayan, aunque sea a Shangrilá en el COPSA interdepartamental. Sepan desde ahora que la revancha será tremenda, feroz, y les voy a pedir a cada uno de ustedes como mínimo una tabla de wind surf con vela fluorescente. Quien no la traiga, no sólo quedaré ofendido sino que se atenga a que nunca más le dirigiré la palabra y pasará a integrar mi lista negra. No puedo leerles el pensamiento, pero sé que preguntarán: _Este tipo debe tener muchos amigos que lo garronean cuando viaja, entonces ¿para qué querrá tantas tablas? Es muy sencillo: Voy a instalar en verano una escuela de deportes acuáticos en el arroyo de Maldonado. Antes intentaré aprender aunque sea a pararme en la tabla. Pero la tabla con vela flúo será obligatorio traérmela, de esa no se escapa ninguno. Ni locos piensen que les pediría un Ipod nano que cabe en el bolsillo del caballero o en la cartera de la dama, y además lleguen a pensar que quedaron como reyes por los siguientes veinte años.
---------------------------------------------------------------------------
NO SOPORTO MÁS
4) A los pintores de galaxias, planetas, lunas , estrellas multicolores etc, con esa técnica tan ecológica de largar sprays a diestra y siniestra, y que mientras ellos se protegen con tapabocas, toda mi familia se intoxica perfectamente cada vez que los nenes me imponen la pésima idea de recorrer en verano Ferias Artesanales. Luego de haber logrado escapar invicto varias veces, en la última oportunidad me ablandé más que nada por lástima al pobre artista, que acumulaba decenas de obras a su alrededor y nadie le compraba ninguna. Volví a casa con seis cuadros. Confundido por la oscura penumbra que brindaba esas dos lamparitas de 25 watts, algo en mi corazón quiso convencerme que se trataba de obras bonitas y originales. Al otro día la luz solar supo desnudar mi error de apreciación, igualmente opté por guardar silencio para no despertar sospechas femeninas.
Primero colgué algunos en el living y otros en el estar, aunque duraron menos que un suspiro, pues mi esposa decretó quitarlos de inmediato. Para no sentirme tan sumiso a sus sentencias apelé a la táctica napoleónica del repliegue defensivo transitorio, dividiéndolos entre mi dormitorio y el de los nenes. Tres horas aguantaron allí. Como si se trataran de figuras demoníacas fueron arrancados violentamente, acompañado por un ultimátum de 24 horas para que desaparecieran de su vista o ella los hacía volar a la calle. Por ahora no sé bien qué haré con los agujeros ni los tacos fisher que quedaron en las paredes. Mientras pasen desapercibidos dos de ellos seguirán colgados en mi baño, uno en la cocina para darle jerarquía al extractor, y el resto adornando clandestinamente el box del garaje. No obstante estoy convencido que estos artistas tienen que seguir adelante con su vocación, sin bajar los brazos ante ninguna adversidad. A ellos les propongo continuar metiéndole spray a lo bobo a cuanta madera y lienzo se le cruce por delante, tratando de intoxicar a la mayor cantidad posible de ciudadanos y turistas, grandes y chicos, sin discriminar a nadie ni por sexo ni edad. Los retratos colgarlos como exposición permanente en los troncos de los árboles de la Costa de Oro, especialmente en Parque del Plata, donde la cantidad infinita de pozos en las calles completaría maravillosamente ese paisaje lunar. Incluso en verano hasta Armstrong, Collins y Aldrin irían chochos de la vida para sentirse como en casa.
5) A la señora de Costa de Marfil quien cada tantos meses vuelve a enviarme un correo electrónico escrito en idioma AFR- INGLE -ÑOL. Insiste e insiste, no se detiene ni por tsunamis o terremotos. Si se quedara sin Internet o sin computadora seguro que me mandaría cartas hasta con palomas mensajeras. Ya perdí la cuenta en estos últimos 6 años la cantidad de veces que se casó y la cantidad en las que enviudó. Lo más curioso es que en cada ocasión buscó solamente candidatos del gobierno, quienes tenían la característica en común que todos eran completamente corruptos. Nunca pensó en convivir con algún vocacional de las tradicionales ocho horas laborales que le diera a cambio un sueldo digno. Al igual de lo que me había contado de sus maridos anteriores, el último también le dejó no se sabe si tres y medio o cuatro millones y medio de dólares, producto de una vida entera introduciendo sus extremidades en cierto recipiente metálico, o simplemente: metiendo la mano en la lata. Y ella no se olvida de quien soy, tiene una suerte de obsesión con mi persona, tal vez me conocía de hace años y me amaba en silencio. ¿Quizás haya sido una compañera de escuela que emigró de joven con su familia? ¿Me habrá encontrado en Facebook, o tal vez sin conocerme haya visto mi atractiva foto en Badoo?
Esta carta es real, así la escribió mi admiradora. La transcribo exactamente para que puedan apreciarla.
Estimado en Cristo,

Soy señora juana johnson de Kuwait .I casada con Sr. Philip johnson Él trabajó con la embajada de Kuwait aquí en Costa de Marfil para nueve años antes de que él murió en el año 2002. Nos casaron por once años sin un niño. Él murió después de una breve enfermedad que duró por solamente cuatro días. Antes de su muerte éramos ambos otra vez nacidos cristianos. Puesto que su muerte que decidía no remarry o no conseguir a un niño fuera de mi hogar matrimonial contra el cual la Biblia está.

Cuando mi último marido estaba vivo él depositó la suma de $3.5Million (cuatro millones de quinientos mil U.S.Dollars) en un banco aquí en Abidjan. Recently, mi doctor me dijo que no durar para los ocho meses próximos debido al problema del cáncer. El que me disturba es más mi enfermedad del movimiento. Sabiendo mi condición decidía donar este fondo a una iglesia, a un individual cristiano o a una organización que utilizarán este dinero la manera que voy a mandar adjunto. Deseo este dinero para ser utilizado para los orphanages, viudas, palabra del propagatingthe del dios y para esforzarse que la casa del dios está mantenida.

La Biblia nos hizo para entender que “bendecida es la mano ese giveth”. Tomé esta decisión porque no tengo ningún niño que herede este dinero y mi un montón de parientes no es cristianos y no deseo mis nuestros esfuerzos de ser utilizado por unbelievers. No deseo una situación donde este dinero será utilizado en una manera ungodly. Esta es la razón por la cual estoy tomando esta decisión. No estoy asustado de muerte por lo tanto que sé adónde voy. Sé que voy a estar en el pecho del señor. El éxodo 14 CONTRA 14 dice que “el señor luchará mi caso y yo llevará a cabo mi paz”.

No necesito ninguna comunicación del teléfono en este respeto debido a mi salud y la presencia de los parientes de mi marido alrededor de mí siempre. No quisiera que supieran sobre este desarrollo. Con el dios todas las cosas son posibles. Tan pronto como reciba tu contestación te daré el contacto del banco aquí en el Abidjan, y las entrarás en contacto con para hacia adelante transferir del fondo a tu destinación. También te publicaré una letra de la autoridad que te pruebe el actual beneficiario de este fondo. Quisiera que tú y la iglesia rogaran siempre para mí porque el señor es mi shephard. Mi felicidad es que viví una vida de un cristiano digno. Quienquiera que desea servir al señor debe servirlo en alcohol y verdad.
Rogar por favor siempre todos con tu vida. Y cualquier retrasa en tu contestación me dará el sitio en sourcing otra persona para este mismo propósito.

MI ESPAÑOL NO ES MUY BUENO Y PUEDES ESCRIBIRME EN INGLÉS.
Asegurarme por favor que actuarás por consiguiente como indiqué adjunto. El esperar recibir tu contestación.
Seguir bendecido en el señor.
Gracias,
juana johnson

Empieza sugiriendo que soy un estimado en Cristo, lo que demuestra que no me conoce tanto, pues las pocas veces que entré a la Iglesia fue sólo con el objetivo de asistir a algún casamiento de amigos. Vuelve a reiterar que desea de corazón mandar su fortuna a mi cuenta. Hasta ahora no le contesté en parte por falta de tiempo, pero más que nada porque me huele a cuento del tío. Aunque si llego a responderle, lo primero que haré es preguntarle si piensa que soy un tipo desesperado por dinero, alguien que haría cualquier cosa por enriquecerse, sin importar cuánto deba arrastrarse. Si en verdad cree que yo sería capaz de soportar humillaciones a granel por esa ridícula cifra, le diría que……………………………………………………………………………………… ……………………………………………………………………………………………………………………………………………….., ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ACERTÓ COMPLETAMENTE DOÑAJOHNSON!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
!!!!!!!!!¡MAÑANA ARRANCO PARA COSTA DE MARFIL!!!!

Pensándolo mejor, ¿quién le habrá sugerido que en Uruguay alguien podría recibirle tremenda suma? Seguro desconoce nuestra legislación y no le avisaron que si lo acepto al otro día me cae BPS, DGI a liquidarme IRPF, IVA e IRIC, y ni que hablar la Intendencia con su afamado “alcantarillado” que nadie sabe para qué es ni a dónde va a parar el dinero. No sólo me dejan en cero, sino que además quedaré debiéndoles una fortuna que me obliga a hacer convenios de pago en veinte años, o esperar esa salvadora y proselitista amnistía que prometen cada uno de los gobernantes de turno poco antes de las siguientes elecciones, aunque a posteriori nunca se lleva a cabo.
Aclara que su español no es tan bueno. No soy erudito del idioma, pero creo que se elogia demasiado y su autoestima es verdaderamente alta. Me imagino entonces que alguien le ayudó a escribir, y no se lo habrá hecho gratis, seguramente le cobró por la traducción. A esa persona quiero comunicarle lo siguiente:
-Chorro, le afanaste la guita a la viuda, ¿por qué no te vas a traducir el libro de Cordón Bleu al Esperanto?
También me desconcierta cuando habla de dos personas: un tal believers y su aparente socio llamado godly. No aclara qué es lo que hacen, supongo son un par de monaguillos que protestan porque los tienen encerrados en la Iglesia, y están repodridos de levantarse temprano los domingos a dejar todo pronto y limpio para la Misa de Abidjan. Y la doña sigue desvariando con más palabras y nombres raros.
Donde dice que el señor es su shepard, ¿se referirá a Juka, el líder del sexteto electrónico moderno? Si mi teoría es válida, seguro la tengo vista de aquellos años cuando los domingos a las 8 pm arrancaba pa los bailes (drinks) del Náutico a romper la noche. Ahora que lo pienso en retrospectiva, a esa edad nunca logré sacar a bailar a nadie. Lo único que recuerdo logré romper fue aquel despertador que me taladraba los oídos en la madrugada del lunes para ir al Liceo.
Sugiere que al señor hay que servirlo en alcohol y verdad. Tengo la inmensa duda de qué tipo de alcohol le gustará al señor que le sirvan. Estuve investigando este tema y considero que en la Biblia donde me podrían aclarar ello es en la burrera, por lo tanto voy a consultar a un grupo de conocidos adoradores de Baco quienes tienen cero faltas los fines de semana siguiendo alguna fija en Maroñas Pero lo que no pude descifrar de esa encriptada carta es cuando me pone decidía no remarry. No sé si quiere volver a casarse y pide hacerlo conmigo, o solicita que le maneje un bote para escapar de África.
Y más allá de que nunca contesté a Juanita (a esta altura la llamo afectuosamente así pues ya somos como chanchos), me quedaron varias dudas existenciales sobre su apellido que la próxima vez le preguntaré:
¿El marido no habría sido el fundador de la principal fábrica kuwaití de ceras? ¿O tal vez vendía pañales por mayor en sociedad con algún pariente cercano? Quizás se trate de aquel atleta que le encantaba drogarse en las Olimpíadas antes de cada carrera, y cuando ganó en Seúl ni quiso saludar a Carl Lewis en la llegada, de asqueroso que era nomás. ¿Habría amasado tanta fortuna por sus memorables actuaciones de “Vicio en Miami?”, siempre con el traje blanco y la camiseta tres talles más chica, donde se jugaba la vida en cada capítulo?
--------------------------------------------------ooooooooooooooooooooo------------------------------
6) Siento un shock eléctrico recorriéndome toda la espina dorsal, como si un rayo me estuviera atravesando en noche de tormenta cada vez que recibo algún correo electrónico que termina con la frase:
Enviado desde mi Blackberry También me invade un gran ataque de mal humor cuando estoy conversando con alguien que usa esta marca de celular, y de pronto se escucha una música rara porque le entró un correo. Ellos son diferentes, se sienten distintos, no pueden reaccionar como el resto de los mortales y dejarlo para leer en otro momento. No, no, de ninguna manera. Se suspende todo lo que estén haciendo, absolutamente todo porque contestar el mensaje desde el Blackberry es una misión sagrada, la religión blackberrista así se los impone por contrato. Manténganse atentos por favor que vuestro líder espiritual, su majestad Blackberro I en cualquier momento les enviará ese esperado mensaje celestial desde el Jet privado, o desde la mansión en Los Ángeles para pedirles que se despojen de todos los bienes materiales y se los envíen a su cuenta bancaria. Cuidado si los invita a convivir en una comuna de la Guayana, háganme caso y no vayan. Cambien urgente la marca de teléfono y de compañía. Estén tranquilos que nada malo les sucederá si hacen contrato con CLARO o con Ancel. La vida sigue igual sin Blakberry, confíen en lo que les digo. Algo que me divierte es la guerra virulenta que libran los feligreses de esta Logia contra los herejes aristócratas de Iphone. Ambas partes saben que es entre ellos la “pelea” por demostrar quién está más en la vanguardia tecnológica, A los demás nos consideran casi unos parias sociales, cuerpos humanos sin alma ni cerebro deambulando por el limbo de la ignorancia, y nos ubican en la categoría outsiders, igual que aquellos fanáticos a quienes hacía referencia el negro jefe en Maracaná. Ni que hablar que soy integrante del grupo “los demás”. Apenas logro observar esa disputa a una distancia de años luz, casi casi llegando a Melmac. Mi celular es más elemental que Watson, digamos para que se entienda bien, …………una versión equivalente al que usaba el sargento Saunders en sus peligrosas misiones de “Combate” , cuando los sábados de noche y antes del Club del Clan intentaba comunicarse con jaque mate rey dos presentándose bajo la secreta contraseña de torre blanca. Además no sé por qué casi a diario se queda sin señal. Me ha pasado decenas de veces estar hablando y que se me corte la llamada hasta debajo de un quincho parrillero. No sé si es el más viejo del mundo, tal vez haya otro de mayor antigüedad, pero lo seguro es que mi teléfono posee menos alcance que las medidas del gobierno, y en lugar de antena creo que trae Radiolandia.
7) No resisto ya ver a nadie más en ninguna parte del mundo que se presente a programas de TV como imitador de Michael Jackson: Pelo largo, lentes forma rayban y espejados al estilo “el chino malo de la película”. Pantalón negro 5 centímetros más cortos, medias blancas, sombrero símil tanguero, y lo más patético: ese guante color intento de plateado tejido por su tía o abuela con aguja gruesa, lo que les da más bien aspecto de trabajador municipal levantando contenedores de residuos.
Menos aún aguanto a los imitadores de Elvis, con ese jopo antiestético armado gracias a un frasco entero de Lord Cheseline o Glostora, cuello Napoleón más los clásicos pantalones blancos Oxford y zapatos al tono con desagradable punta. Sin embargo hay algo interesante a destacar de estos señores que intentan ganarse la vida con su disfraz, y es que pueden tener distintos cuerpos, sean de talle regular, gordos o flacos, ya que cualquiera logra cubrir alguna de las etapas de ídolo americano, quien a través de su vida artística supo lucir desde 60 hasta 130 kilos. Entre estos Elvises aparece siempre otro subgrupo de especimenes, generalmente de origen argentino dotados de voluminosa barriga y peso acorde, nariz nada respingada de generoso tamaño. Pero al tener profundo desconocimiento del inglés y del canto en general , aprovechan la indumentaria , el cabello largo y las patillas anchas para largarse a plagiar a Sandro, impostando una voz grave y temblorosa sin olvidar el llanto obligatorio al final de cada tema , mientras algunas parientas de incógnito le tiran sus bombachas desde la platea con el fin de darle mayor realismo a la actuación.


8) Es terrible cuando llego tarde a la cola del cine, la película a punto de empezar, delante mío cien personas y yo calculando que si de milagro logro ingresar a la sala me tocará la primera fila, teniendo así la excelente posibilidad de no ver absolutamente nada. También sé de antemano que sin lugar a dudas luego de la película me iré a dormir completamente contracturado, desde cuello hasta el coxis. Pero lo que funciona como perfecta ley de Murphy es que siempre la otra cola va rapidísimo, y debo tolerar estoicamente la humillación de contemplarlos avanzar sin detenerse ni un instante. Porque ellos usan esa tarjeta de crédito que jamás nadie me ofreció, y que les regala hasta el alma. Con convenios 2x1 más pop, más refresco, más una llamada gratis a la insufrible señora que tira las cartas del tarot a medianoche en VTV, más pasajes a Cancún con estadía paga, pero que luego de leer la letra chica incluía sólo el desayuno, y tanto los impuestos como las cenas costaron una fortuna y había que pagarlos aparte. Ellos transitan con enorme placer, como si navegaran en un velero empujado por la sudestada, o sobre un caminador electrónico programado a cincuenta kilómetros por hora. De pronto me llama la atención que todos desde la otra cola me observan a mí, sólo a mí. No entiendo por qué no se les ocurre fijar sus ojos en otras personas, además con esos rostros mostrando clara expresión de morboso desprecio y goce mayúsculo. Prácticamente puedo leerles el pensamiento y ni que hablar los labios:
_Mirá gil de lo que te perdiste por no haber sacado ITAÚ De inmediato se me despierta el gen autotorturador, quien manda una orden a la neurona N394 para obligarme a oír dentro de mi cabeza el jingle de ese trío de pelmazos, que como un disco rayado solo saben repetir una y otra vez que algún día me voy a avivar. Confieso que si al salir del cine regreso de madrugada a casa, me olvidé las llaves adentro y estos falsos mariachis se paran enfrente a cantarme su pegadiza tonada, directamente me subo al auto y les paso por arriba. Luego ya sabemos donde les meto el par maracas y esa guitarrita de juguete (el arpa es demasiado grande)

sábado, 17 de julio de 2010

DENTRO DE TAXIS Y DE POLERAS

Dentro de taxis y de poleras

(Dedicado a mi sobrino Adrián quien fue el inspirador de este relato)

La semana pasada estuve en Buenos Aires, y entre otras actividades me dediqué a perder tiempo andando de acá para allá metido en taxis. Otro viaje más donde vuelvo a corroborar la diferencia entre las magníficas fotos de los hoteles por Internet con la triste realidad de las habitaciones. Otro viaje en el que vuelvo a corroborar el original espécimen que es el taximetrista argentino con sus infinitos conocimientos deportivos , sitios clandestinos donde comprar barato ropa de marca, y por sobre todo, lo empapados que están en política y absolutamente pendientes de la vida del presidente, senadores y cada uno de los gobernadores provinciales.
La primera regla de oro que cumplen siempre es recibir al pasajero con la radio a todo volumen, no importa quien quede sordo. Puede ser música, algún relato futbolístico, o esas profundas polémicas entre panelistas aportando temas de real trascendencia para la sociedad, como los sentenciados en Showmatch y el rival de Ricardo Fort en su última pelea.
La segunda regla que respetan con solemnidad es el bocinazo a cualquier automovilista que cometa el mínimo error o se demore más de medio segundo para salir del semáforo. Para ellos las cebras de las esquinas son señales que indican:
“Acelere por favor, si mata a alguien quédese tranquilo que fue culpa del peatón, usted nunca va a ir preso”
La cantidad de años al volante, lejos de haberles dado calma y paciencia para enfrentar la jungla de cemento, los ha convertido en polvorines listos a explotar ante el menor conflicto. Tanto el dale boludo como el apurate pedazo de pelotudo son moneda corriente, digamos un billete de cinco pesos, y vociferados a diestra y siniestra cada jornada laboral con absoluta naturalidad, como quien saluda con un buen día o al llegar a su hogar pregunta qué hay para cenar. Todas las palabrota son válidas, no hay ninguna que se inhiban de espetar ni siquiera cuando llevan clientes del sexo femenino.

Salí de la terminal de Buquebus y paré un taxi. Todo mi equipaje era una valija mediana y le había metido poca ropa ya que iba sólo por dos días, pero también para ver si sirven de algo los consejos de Don Borges.
El taxista si bien se bajó, saltaba a la vista que lo hizo de mala gana. Abrió el baúl y,… ¡oh sorpresa!:
Tal vez hubiese lugar para un bolso deportivo o una “chismosa” de almacén con medio quilo de kiwi a lo sumo.
Mi valija hizo su mejor esfuerzo, pujó y pujó cual parturienta al final de la semana cuarenta, pero sin la mínima posibilidad de ingreso, pues una garrafa de gas ocupaba más de la mitad del espacio. El sector izquierdo lo cubría un balde lleno de herramientas, la campera de abrigo a la derecha, y en el centro la rueda auxiliar completamente lisa y desinflada. Valija al asiento delantero, y en caso de pinchar, tragedia absoluta.
Al entrar sentí en el ambiente un penetrante olor a grasa de auto mezclado con el de muchos cigarrillos negros. Me tapé la nariz para que se me impregnara lo menos posible, y me puse a observar en el interior algunos elementos decorativos que pretendían ayudar al vehículo a estar mejor “tuneado”.
Del espejo retrovisor colgaba el clásico rosario, y un diablito vestido con camiseta roja portando un símbolo en su pecho con la sigla C.A.I. Sobre el tablero, un pequeño portarretrato imantado con tres fotos de esposa e hijos, y debajo la frase:
”NO CORRAS PAPÁ, TE ESPERAMOS”.
Busqué a mis espaldas y sólo estaba el plumero, pues el leoncito que mueve la cabeza de seguro se escapó a Sudáfrica a encontrarse con Zakumi, la mascota oficial (¿se habrán conocido chateando en Facebook durante el mundial?).
Y ya nos acompañaba en los parlantes el potente sonido de bandoneones, luego el piano y al final ingresó el grupo de violines, mientras el cantante se esforzaba por imitar a Julio Sosa aunque con escaso éxito.
Sólo para que bajara los decibeles traté de abrir el diálogo con la infalible pregunta de cómo anda la cosa en el gobierno.
Tarea cumplida, bajó la perilla.
(Varios segundos de silencio, parecía estar eligiendo la mejor respuesta)

_“Mire maesstro, la corrupción de esste paíss se ve en todos ladoss, dessde lo más alto hassta lo máss bajo. A loss políticos tendrían que meterlos presos a todosss, acá el sisstema essta repodrido.
Él era peronisssta a muerte, pero arrepentido de haber votado a esta manga de chorrosss. Y no solamente conocía la cantidad que llevaba robada el gobierno actual, sino que también lo saqueado por los últimos tres anteriores. Hablaba con la seguridad y firmeza de quien domina los números, como si un espía dentro La Casa Rosada le hubiese mostrado documentos clasificados. Cuando le pregunté si tenía informes concretos, respondió con naturalidad que había elaborado un ranking de desfalcos:
_Los Kirchner se chorrearon quinientosss paloss.
_ ¿Usted me habla de millones de,… pesos?( puse voz de tontito)
_¿Ma qué pesosss?, ¡DÓLARESSS MAESTRO!!! contestó, al tiempo que juntaba las yemas de todos los dedos de su mano derecha.
_¿Y Menem? , pregunté con falso tono de interés.
_Mil palos.
_ ¿De la Rúa?
_ No, ¿ese essstúpido qué se va a afanar? No llegó ni a cincuenta paloss.
¡Asombroso!! Me respondía con la velocidad del Sheriff al desenfundar su arma contra los forajidos en aquellos épicos duelos del Lejano Oeste.
Quedé pasmado, pensativo. Bueno al menos De la Rúa tenía valores morales, era de códigos y con ética. Comparado con los otros dos, cincuenta millones no es nada ¿verdad?
Y el tipo manejaba las cifras al centésimo. Menem no se había robado ni novecientos ni mil doscientos, la justa habían sido mil millones exactos, ni un peso más ni un peso menos. Llegó a mil millones y paró. Stop, hora de retirarse.

Me devanaba los sesos, ¿cómo un simple trabajador de taxi pudo acceder a datos tan precisos y actualizados? Este hombre era oro en polvo para la CIA, y yo el único privilegiado con quien compartía sus intimidades. De haber tenido un grabador en ese momento dejábamos a Watergate como simple chusmerío de Intrusos, como lío entre vecinos.
En mi mente el lado salvaje se moría de ganas de acusarlo de fantasioso e infantil, aunque preferí guardar silencio porque había venido a disfrutar, no a calentarme. Pero con el tráfico porteño deteniéndonos a cada minuto esto iba para largo, así que busqué cambiarle abruptamente de tema.
Esa mañana temprano en el barco había estado hojeando el diario, por lo que un par de mis neuronas olvidaron almacenar la palabra piqueteros. Acá si yo pagaba el viaje, él debería gastar algo de saliva en cosas que me agradaran a mí, no a él. Él y sus juicios no eran importantes. Sólo los míos lo eran. Acá se iba a hacer mi voluntad
Con voz firme y autoritaria pedí que opinara sobre Botnia y ese amor devoto que le profesa el pueblo de Gualeguaychú.
Contestó algo breve, aunque nunca voy a saber qué fue, pues justo se iniciaba en la radio un nuevo dos por cuatro a cargo de Gardel y su team de guitarristas.
Él tampoco oyó mi pregunta o comprendió cualquier otra cosa, porque casi sin tomar aliento se largó a disertar sobre el grave mal que causa la diabetes. Punto. Fin del diálogo, el tema Botnia terminó antes de empezar. Sacó la jeringa y sin pasarme ni un poquito de alcohol me vacunó en frío. Necesitaba conversar de diabetes, era su hora de terapia y no había tenido con quien desahogarse. Alguien lo iba a escuchar, alguien le oficiaría de esponja absorbente. Lamentablemente me tocó estar en el momento equivocado, en el taxi equivocado,…… y perdí como en la guerra.
Nunca podré entender con claridad si él o qué pariente tuvieron, tienen o tendrán exceso de azúcar en sangre, pero encontraron EL remedio casero aconsejado por un tal Riverito. Lo más maravilloso de Riverito era que, habiendo estudiado abogacía (y conste que menos de dos años), igual lo consultan hasta profesores de medicina.
La receta milagrosa y simple del casi procurador parece ser el alpiste, ese mismo alpiste que integra la dieta de los pequeños gorriones y tantas otras aves.
Siguiendo las directrices del gurú, ingiere todas las mañanas en ayunas una cucharada sopera de alpiste y la ayuda a bajar con agua sin gas. De esa manera concluyó, se le habían regularizado los valores en sangre y ahora en cada comida ya puede entrarle a los dulces con firmeza, sin tener cargo de conciencia:
Tortas, flanes, chocolates, alfajores, variedad de mermeladas y como si estuviera frente a la pizarra de La Cigale, nombró más de veinte sabores de helados. Despacio y relamiéndose me paseó por todo el bolillero postreríl, justo a mí que los médicos no me permiten ni mirarlos fijo. Pero era tarde para reproches, la baba ya me caía a borbotones, tenía nublada la vista y mis ojos entrecerrados.
Apareció de no sé donde la imagen de mi cuerpo en una piscina olímpica llena de chocolate derretido, chantilly, y almendras flotando por toneladas. Mientras nadaba pecho lentamente, iba dando suaves brazadas y abriendo la boca cada treinta segundos, metiéndome a piacere crema, luego chocolate, y cada tanto mezclaba el brebaje con las almendras.
De alguna manera y contra mi voluntad volví a la realidad, le pregunté si conocía el famoso postre Martin Iron de añeja tradición británica, a base de cuartirolo cheese and sweet of membrillo (hice el mejor esfuerzo para pronunciar la palabra membriiou en inglés cerrado).
No se inmutó y ni contestó, él continuaba concentrado en su mundo, yo era un árbol, un poste de luz, lo que le dijera resultaba irrelevante.
Contó que había empezado a darle también alpiste a losss pibesss en el desayuno (me los imagino a diario con la energía y el entusiasmo para ir a la escuela).
¡Qué increíble! ¡Lo ignorante que fui todos estos años! ¡Entonces los creadores de la Diaformina son unos chantas de cuarta!
Cada dos o tres frases volvía a la carga con Riverito, que Riverito esto, que Riverito aquello. A decir verdad había trascurrido menos de quince minutos y ya me fastidiaba Riverito. Pero más por la devoción del relato que por interés, traté de hacerme la película de como sería este chamán Riverito:
¿Una criatura intergaláctica caída en La Pampa dentro de algún meteorito? ¿o un experimento secreto de la NASA? Seguro que sus células estarían formadas por un coctel de ADN de los doctores: House, Selby Scholl y hasta Cándido Pérez
Estuve a punto de preguntarle cuando partiría “nuestro”
amigo Riverito al Instituto Pasteur para integrarse a la cátedra de endocrinología, y si pudiera conseguirme el teléfono para ofrecer mis servicios de agente literario. Había vislumbrado el gran negocio de dirigir el lanzamiento a nivel mundial del tratado:
” THE DIABETES AND THE ALPISTE” (by the great little Rivero)
El hombre seguía tan compenetrado que las manos le empezaron a temblar y sudar, en su cuerpo se iba produciendo una metamorfosis ¿No estaría ya poseído por el demonio azucarero? ¿Qué pasaría si ingresaba en trance y se ponía a flotar en el aire en posición horizontal, como Linda Blair en el exorcista? Acá nos matábamos sin previo aviso, luego aparecíamos en Crónica, acompañados de esa infaltable y estridente marcha musical que meten morbosamente cada vez que hay una desgracia.
No había como pararlo, las palabras fluían cual catarata del Niágara y su lengua descansando menos que el ingenio popular, arengándome en creciente y descontrolada idolatría. La misma idolatría que el pueblo se ha habituado a profesarle a San Maradona y a otros tantos mortales argentinos sólo por saber cantar, bailar o adquirir fama contando intimidades frente a cámaras y en revistas de nivel periodístico cero. Queda claro que el monoteísmo no es el fuerte de nuestros vecinos.

En ese momento recordé hace años el encuentro con un “yuyero” de feria barrial, quien como la mayoría en su ramo se había autoproclamado autoridad en diabetes, aunque un sexto sentido me decía que era el típico timador de la más alta alcurnia. Lo confirmé en poco tiempo al probar sus pócimas mágicas de repulsivo olor y peor sabor. Tras dos semanas incluyendo varios litros con el almuerzo y la cena, sólo logré que me saliera bruto sarpullido en la cintura tipo culebrilla, fuerte diarrea ya se sabe dónde, y azúcar hasta por las rodillas. Posteriormente la culebrilla me la intentó curar una bruja, quien luego de desnucar una gallina la agarró del cogote y anduvo revoleándomela por sobre la cabeza, al tiempo que ni sé cuantas veces me eructó en la cara con un aliento a cebolla y resaca de vino patero o tetrapack. Al final, ya sin ideas como seguir, balbuceó en portuñol fronterizo que el trabalho que alguien me había hecho por envidia fue de los más complicados que hubiera enfrentado, pero ella con esmero había logrado destrabalharlo. No sólo me sacó el mal de ojo sino también cien dólares. Por cien más ofreció leerme la borra del café y tirarme los buzios. Me escapé corriendo.

Mientras él taxista seguía con su monólogo, volví a usar ese sofisticado mecanismo de evasión que aprendí hace tanto, haciendo que en mi cabeza su voz fuera bajando intensidad de a poco, al tiempo que iba subiendo el de varios pensamientos llegados uno atrás del otro en fila india:
Entonces, ¿qué sucede con esos laboratorios suizos, alemanes y americanos que gastan incalculables fortunas al estudiar gran variedad de enfermedades, que además contratan a los mejores investigadores del mundo buscando soluciones para millones de insulinodependientes en los cinco continentes?
¿Y si llamo a ROCHE para explicarles que hasta hoy han perdido el tiempo con costosos, largos e innecesarios ensayos? Les aconsejaría consultar a otros colegas científicos por si tuviesen en casa algún canario o zorzal campestre, una cotorrita atorranta, que sé yo, serviría incluso un jilguero que anduviera afónico o hasta mudo. Que les hicieran a las mascotas la curva de glicemia para confirmar las extraordinarias propiedades del alpiste. Sencillo, sin misterios. La llave para el premio Nobel.

Por fin el chofer se aplacó y guardó silencio durante escasos segundos, tiempo suficiente para pasarle un aviso y pedir que se detuviera en la siguiente esquina. Faltaban dos cuadras para llegar al hotel pero no lo aguantaba más.

Cuando descendí y el taxi partió, mis ojos quedaron fijados a la publicidad sobre la marquesina de un comercio. Quise distraer la mirada hacia otro lado pero no podía, me encontraba fascinado, hipnotizado, y al instante retrocediendo en el tiempo abruptamente, como si pisara el acelerador a fondo dentro de la coupe Delorean en “Back to the Future”.
El cartel rezaba la palabra VANLON y mostraba a su lado una pequeña letra®, clara advertencia que la marca estaba registrada y pobre a quien se le ocurriera vender algo con dicha etiqueta. Debo decir que desde que tengo uso de razón y hasta ese momento había estado convencido que el nombre del producto era Banlón con be larga, por lo tanto este anuncio me confundía por completo, me había jaqueado culturalmente.
Para quien no la conozca, Banlón era una fibra fácilmente estirable usada en gran variedad de prendas. Apareció enseguida a mi memoria el Crofil seis, también otra fibra pero hecha por Sintéticos Slowak, y la tan afamada tela Bonding que nunca entendí cómo, cuando y por qué alguien decretó que debía ser usado como sinónimo de ómnibus y el resto de los rioplatenses lo acatamos mansamente.
Pero volviendo al Banlón o Vanlón, como sea, se había iniciado un torrente de recuerdos vinculados al nombre, a esa época de grandiosa nostalgia.
Allí estaba la imagen de aquella señora llamada China, amiga de mi madre y con quien compartió la infancia, pero ella había emigrado a Buenos Aires en su adolescencia. Supongo que en las primeras décadas del siglo XX estaría de moda ponerles este nombre a las hijas, el mejor ejemplo lo dieron don Zorrilla y su esposa. (A veces me pregunto si no caminarán por las calles de Pekín algunas mujeres cuyo nombres de pila sean “Uluguasha” o “Algentina”.)
En fin, lo importante que la China y mi madre continuaban la amistad, y a la vez su esposo dirigía una fábrica de ropa para ambos sexos, donde todo lo que producía era a base de Banlón. En cada viaje de mis padres a la vecina orilla se encontraban con esta pareja y jamás olvidaban comprarles algo para traer de regalo, aunque también intuyo que para “darles una mano”.
Invariablemente regresaban con decenas de poleras para mí, para mis hermanos, primos y tíos, y sin importar si mis padres iban dos, tres o diez veces al año, en casa ya sabíamos que volverían con el infaltable paquete de poleras. Nunca me llegó esa tan necesaria bermuda floreada para estrenar algún verano en la Mulata, ni siquiera la sunga atigrada para poder pavonearme frente a las chicas por la orilla de la Ramírez. Y menos que menos la campera Astronauta , los mocasines de Guido, o aquel añorado pantalón Edu oxford con piel de durazno, donde la gente hacía más de tres horas de quilométricas colas en la puerta de Eduardo Sport para tener el privilegio, el honor de adquirir uno.
Igualmente soy un eterno agradecido por cada regalo que recibí y jamás quise desairar a mis padres con quejas nimias. Lástima que nunca llegaron a comprender que todo ese grupo de codiciada indumentaria eran herramientas indispensables para cualquier joven que pretendiera obtener patente de camba.
En mi familia la polera fue el eterno abanderado, la llama olímpica, el presente insignia, la nave nodriza de las pilchas que ya sabíamos estarían en primera plana ni bien se abrieran las valijas. Así el vasto ajuar de mi ropero lo componían:
El vaquero Far west, en cuya grifa trasera le pintaba encima con drypen la palabra LEE, pero siempre me quedaban las tres letras muy desprolijas, movidas, y de tamaño completamente diferente a las originales. Tres calzoncillos Gino Paoli y cuatro BVD idénticos a los que promocionaban los jóvenes alcanza pelotas en el Estadio. El par de Incalcuer todoterreno suela de goma, aquellos veintiúnicos championes Funsa regalo de Reyes que debían resistir como mínimo hasta fin de año, y treinta poleras de Banlón en gran gama de colores, varias de las cuales en invierno supieron oficiar de pijama. Dejemos constancia que para mí cualquier vestimenta hecha de Banlón era algo altamente prestigioso, un plus de elegancia, le daba al usuario absoluta jerarquía. No tenía ni comparación con la vulgar fibra de camisas Porex, esas que al ponértelas en pocos minutos ya sentías como que te estabas dando un baño María, o habías recibido un rabioso golpe de aliento de la esposa de Burro, el fiel compañero de Shrek.
El Banlón era el Banlón, el género de la high society, sólo for the Carrasco people and other pocos elegidos. Con ese original argumento quería siempre mi madre lavarme el cerebro, venderme un buzón, convencida que yo carecía de criterio propio y al salir de paseo o a una fiesta me daría igual encajarme desde un hot pant hasta un poncho patrio.
Pero aún así, con mi vestuario tan limitado y condicionado por mis padres, hubo cierto secreto que supe guardar con especial celo y jamás saqué a la luz. Hoy tantos años después estoy arrepentido, porque de haberle notificado al esposo de la China en tiempo y forma, tal vez le habría ayudado a escapar de una catástrofe económica que a la larga igualmente se produjo.
Mis dos hipótesis son:
A) En esa época a pesar de mi corta edad, podía ser que mi cuello fuera deforme, mucho más ancho que el del resto de la población mundial. Nunca quise hacerlo público, evitaba siempre llamar la atención y que la gente se quedara observándome como si estuvieran frente al casero clandestino de NotreDame.
B) Lo más probable que causó la debacle de la empresa fue que el molde de poleras medía tres centímetros menos de los necesarios en la sección del cuello, para que cualquier traquea dejara pasar libremente oxígeno a los pulmones. Y aunque no viene al caso hacer alusiones bíblicas, igual creo que sería más factible que un pecador entrara al reino de los cielos a que alguna cabeza de homo sapiens pasara por ese agujero.
Ni bien lograba el arduo objetivo de entrar en la polera, ya me sentía cual pajuerano paseando solito y despreocupado por Londres, noche negra, sin luna ni estrellas. De pronto entraba al clásico callejón superoscuro, donde nunca falta esa espesa niebla que anuncia crimen inminente, y además logra asustar hasta al más machote de los machotes londinenses. Allí caía en las garras de algún estrangulador profesional que justo estaba cubriendo el turno de la madrugada.

Llegué caminando al hotel, subí a la habitación, tiré la valija adonde cayera y bajé de inmediato. Paré otro taxi. Al abrir la puerta ya me aguardaba la radio a todo volumen. No iba a dejar pasar mucho rato en preguntarle al chofer por la corrupción en el gobierno, y por supuesto, como no podía ser de otra manera si había algún pariente diabético en la familia, pues él tenía el privilegio de llevar como pasajero a uno de los pocos habitantes del planeta conocedor del remedio económico, natural y fundamentalmente, de-fi-ni-ti-vo sin necesidad de fármacos. Y si el hombre se me habría querido escapar con otro tema, le cerraba el paso tirándole con la completa información que poseo de las cantidades que han robado sus propios gobernantes en los últimos años.

sábado, 8 de agosto de 2009

PESCA MAYOR

Pesca mayor

Como es tradicional la mayoría de las anécdotas que me suceden son en función de que mis hijos se aburren todos los fines de semana, y aún más durante las vacaciones de julio. También, y aunque parezca que no guarda relación alguna , quiero contar que mucha gente me envía montones de correos que siempre traen el mismo contenido y siempre los borro antes de abrirlos, pero no hay caso y cada pocas semanas esos correos se las ingenian para regresar tan campantes como boomerang mimoso, sin guardarme el mínimo rencor. Y si cometo el error de abrirlos, se repite una y otra vez el tema de la nostalgia recordando nuestra niñez en los años sesenta, setenta y ochenta, lo que hacíamos para divertirnos, los juegos rudimentarios que practicábamos sin soñar siquiera que algún día aparecerían el Play Station y un muchacho de profesión plomero llamado Mario Bros.
La primer semana de julio decidí llevar la familia a Punta del Este, básicamente por no seguir con la acostumbrada presión de mi señora espetándome que los nenes están siempre encerrados, pero además para evitar en el futuro a decenas de sicólogos quienes luego de succionarme miles de pesos me plantearán un panorama oscuro, sombrío, de que los niños quedaron con esos baches afectivos porque no los sacaba en vacaciones a ningún lado, que debí dedicar calidad de tiempo sin importar tanto la cantidad, que nunca es tarde, en fin …. …..toda esa perorata de la culpa que tan bien manejan y que logran tan fácilmente hacerme sentir una escoria andante. (Pero lo que no saben los psicólogos y nunca les voy a contar es que cada fin de semana para no tener cargo de conciencia, siempre estoy esperanzado que llueva a cántaros o algún compañerito escolar me salve con un cumpleaños imprevisto)

El sábado amaneció frío pero con sol radiante, por ello sugerí que lo ideal serían actividades al aire libre. Salir en auto, llegar al puente de la Barra, tres pasadas a toda velocidad para que el varón emocionado disfrutara como loco y la nena asustada llorara como loca, luego estacionar frente al arroyo al lado de una casilla llena de cañas de pescar y afines. Ni bien bajamos un viento helado estaba esperando pacientemente para atacarnos, traté de sugerir otro paseo pero el entusiasmo de los niños iba creciendo a cada instante. Imaginaban que en pocos minutos estarían batallando contra un cardumen de corvinas negras de por lo menos diez kilos cada una (creo también que mi hija nombró la palabra tiburones) En la casilla una amable joven nos alquiló tres cañas por $45 y carnada por $15, lo que me pareció muy razonable para principiantes como nosotros, además venían incluidos a préstamo un balde, cuchillo y una tablita de madera. Caminamos hasta el muelle donde se reunían varios veteranos con pinta de experimentados pescadores quienes desde temprano ocupaban las mejores ubicaciones, mientras nosotros nos acomodamos por descarte en el único banco de hormigón que quedaba libre. Empecé a preparar todo para el primer lanzamiento, abriendo el nylon descubrí que la carnada era nada más y nada menos que…….camarones congelados. Esto me agarró de sorpresa, seis camarones por quince pesos… ¿seis camarones por quince pesos? ¿más barato que un pan flauta? Si cuando voy a las pescaderías del Buceo para comprar trescientos gramos de camarones tengo que llevar una escribana que me haga el título de propiedad y presentar dos garantías. Y para que pesen más siempre la bolsa trae mezclados a los camarones con mucho hielo, así cuando los termino de cocinar noto otra vez que me embaucaron con un puñado de krilles gigantes, que seguramente los criaron en la bañera de la casa y los hipertrofiaron con esteroides u obligándolos a levantar pesas.
Me dispuse a quitarles la cáscara, cortarlos en pequeños trozos y a ensartarlos en el anzuelo gracias al recuerdo aquellos veranos de la infancia sin otra cosa para hacer que ir de pesca, jugar al balero, al trompo, al futbolito, a la payana o tirarse por la bajadita de mi calle en una chata casera construida con seis tablones de obra y cuatro rulemanes medio oxidados de algún patín ya jubilado.
Iba sintiendo bastante asco, pero frente a mis hijos debía poner cara de póker y que mis movimientos parecieran naturales, de alguien que hizo esto miles de veces Mis fosas nasales registraban un olor nauseabundo emanando desde los dedos, lo que aclaraba el panorama y la razón de ese ridículo costo de los camarones. De frescos ya no les quedaba nada, eso estaba fuera de discusión. Tampoco era que estuvieran algo pasados, digamos en dos o tres días, la potencia que traía la nube con aroma putrefacto podía hacerle perder el conocimiento hasta al pelirrojo de C.S.I. ( ni que hablar al pelirrojo de Omar Gutierrez ) Esto quedó comprobado tras más de media hora observando fijamente que a las boyas de nuestras cañas no las movían ni un Tsunami, por simple deducción los pocos peces que pasaban cerca seguro lo hacían tapándose la nariz, o quizás las branquias (vaya a saber con que parte del cuerpo olfatean los peces)
Así, de a poco los niños iban perdiendo entusiasmo pero sin olvidar increparme cada tres minutos que les diera una explicación lógica y fundamentada científicamente por qué habiendo tanta gente con tantas cañas en ese centro de reunión de millones de animales acuáticos, nadie pescaba ni una lata vacía de sardinas Coqueiro. No entiendo como llegaron mis hijos a la conclusión de: “millones” y además que yo era la versión tercermundista de Jaques Cousteau, con respuestas para cada dilema sobre el comportamiento de cada habitante del mundo marino. Sintiéndome arrinconado busqué improvisar algún manual de pedagogía para emergencias pescaderiles, haciéndoles ver que se requiere paciencia para atrapar algo y el gran secreto es guardar silencio, estar siempre atento a la espera de algún hambriento pez que se hubiera alejado de su familia y al pasar por allí mordiera el anzuelo oculto por los camarones. No sólo que ni les interesó mi relato y continuaron sus reproches, sino que también reconozco que a esa altura yo había comenzado a sentir un aburrimiento monumental, por lo que mi mente se largó a divagar (bueno, eso nunca me costó demasiado) a viajar de a poco a mayor distancias, a fantasear más y más profundamente……….. Casi de inmediato pensé en Michael Jackson y en los años que dedicó a la música, lo triste que fue para la humanidad su trágica pérdida. Recordaba su prolífica carrera, la cantidad de canciones tan hermosas y enseguida me concentré en Billy Jean con aquel inolvidable paso de caminata hacia atrás bautizado “moon walker”. Queda claro que siento gran admiración por Mike (así le decíamos los íntimos) y desde que vi por primera vez el video clip estuve ensayando horas y horas tratando de copiarle el paso a mi ídolo. Jamás logré desplazarme más de cinco centímetros, además desistí luego de aquel intento que me tranqué con la alfombradle living y caí como podrido, me hice tremendo esguince de tobillo y debí guardar cama durante dos semanas con la pata hacia arriba.
De pronto me sacó de trance el brusco movimiento de un vecino que tenía colocados en su caña unos diez anzuelos y había enganchado un pejerrey, en mi opinión algo más pequeño que Nemo. Pensé que lo devolvería al agua, porque dado el tamaño aunque quisiera consumirlo entero no le servía ni para preparar un bocadito de sushi. En cambio lo guardó en el balde como un trofeo, se me ocurrió entonces que lo mejor que podía hacer era llevárselo, darle un par de manos de pintura verde fluorescente y tratar de enchufárselo a algún acuario como el famoso peixe iluminado, rara especie en extinción traída del Amazonas.
Media hora después y cuando creía que en ese muelle no cabía ni un alfiler más, apareció una pareja de abuelitos aventureros. Él cargando tres cañas, ella una bolsa de supermercado y tres taburetes plegables de playa, trayendo de la mano a un pequeño de entre dos y tres años. Probablemente era el nietito a quien llevaban cada tanto a pasear para que sus padres tuvieran un rato de descanso los fines de semana. Por el frío atroz lo habían abrigado como para que resistiera solito el Sitio de Stalingrado, vistiendo un pantaloncito de gruesa pana, botas de lluvia, gorro de lana con pompón, bufanda de dos metros de largo que le daba no menos de cuatro vueltas alrededor del cuello y la cabeza, dejando apenas una mínima rendija para respirar, y para que lograra ver por donde caminar seguro le habrán colocado un GPS en el gorro. Traía también puestos innumerable cantidad de buzos invernales bajo una campera cuyo talle se notaba ya escaso, todo esto junto no le permitía ni bajar los brazos. Entre esa sumatoria de ropa, los brazos extendidos y la bufanda tapándolo casi por completo, el pobre se había transformado en una mezcla de momia del hijo de Tutankamón con la versión miniatura de Jesucristo en el Corcovado. Le era imposible sostener una caña, lo único que podía hacer era andar con el balde colgado de un brazo, la bolsa de bizcochos en el otro y cuando quería comer alguno le pedía a la abuela se lo metiera en la boca.
Después de esa distracción me sentía resignado por el rotundo fracaso de la pesca, no tuve dificultad en convencer a los niños para retirarnos a alta velocidad. Reaccionaron como gatillo fácil, en ese momento cualquier actividad encerrados en cuatro paredes parecía mejor que seguir chupando frío y aburriéndose en forma constante.
Cuando devolví los útiles de pesca la amable propietaria de The Barra Rent- a Caña viéndome como otro incauto más que no había logrado sacar nada, por piedad me ofreció un lugar donde lavar las manos al costado de la casucha.
Ni bien abrí la canilla las pocas gotas que me cayeron fue como abrazarse con el mismísimo Moreno, aquel que de joven se recibió de Perito (nadie sabe de qué) luego compró un terreno en el sur argentino para plantar soja, y cuando fue a vivir se dio cuenta de que lo habían estafado con un glaciar. Hoy lo explota como atracción turística.
A lado de la canilla se encontraba un jaboncito con mugre acumulada de varias temporadas, al que sólo le faltaba el cartel que dijera: “Pista de patinaje para toda especie de virus de gripe, desde la A hasta la Z. Bienvenidas bacterias de cualquier cepa. Prohibido el ingreso con alcohol o Tamiflú”.
No quise ni mirar fijo a ese tramposo jabón , decidí mejor llevarme puesto el tufo que luego quedó también impregnado por tres días en el volante del auto, cepillo de dientes y casi todos los picaportes de casa.
Demás esta decir que apenas se alejó mi auto la chica volvió a congelar los camarones que me sobraron y pasaron a ser carnada del siguiente incauto ese fin de semana.
Para las próximas vacaciones de julio voy a poner un aviso en el Gallito Luís que diga:
“Busco profesor de pesca y camping para alumnos de 6 y 10 años, con experiencia en arroyos, ríos, sierras y montes, que motive a los niños a actividades al aire libre, les enseñe a lavarse la ropa, hacerse solos las camas, cocinar, planchar, y fundamentalmente que no se le ocurra incluir a los padres en la excursión”
Y si no aparece ningún candidato, pongo este otro:
“Busco psicólogo para paliar sentimiento de culpa por no sacar a mis hijos a ningún lado los fines de semana. Prefiero las sesiones los sábados y domingos”